Es increíble que en seis años de blog no hubiera escrito sobre estos grandes personajes de nuestra historia. Otro día hablaremos sobre los milagros que obramos los abogados de vez en cuando, pero hoy homenajeo a los Santos que fueron abogados. Porque hubo muchos santos juristas, pero que ejercieran en el foro en defensa de una justa causa, más bien fueron poquitos los Santos abogados.
Antes de empezar, te voy a recomendar dos publicaciones muy relacionadas. Solo dos:
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Los Santos que fueron abogados en la historia
La ley puesta por los hombres pretende seguir la estela de la ley natural. Y nosotros los abogados, que nunca rehuímos un pleito, pretendemos con nuestro trabajo que esta ley humana y temporal recorte distancias con esa otra ley eterna. Entre todos los abogados, los hay quienes lo hicieron con tanto éxito que fueron abogados canonizados por la iglesia con todas las de la ley. Allá va nuestro pequeño repaso.
San Agustín de Hipona. Un Santo cuasi-abogado
¡Cómo no empezar por el más antiguo! San Agustín de Hipona nació en una ciudad al norte de África, en Tagaste (Argelia) allá por el año 354 d.C. Aunque en aquellos tiempos no estaba tan profesionalizado el oficio de abogado, podríamos decir que San Agustín lo era. Así, fue un estudioso de la oratoria, un gran filósofo y excepcional teólogo. Tan excepcional que terminó siendo el patrono de «los que buscan a Dios».
No cabe duda de que San Agustín fue un gran jurista, trabajando por esa conciliación entre la ley positiva (la puesta por los hombre) y la ley Natural. O siendo más exactos, la ley divina. Aportó enormes avances al iusnaturalismo a través de su obra la Ciudad de Dios, en donde sitúa al Estado, la Justicia y al Derecho entre dos mundos como son el terrenal y el Divino.
Pero sinceramente, aunque las aportaciones más importantes de San Agustín fueron como jurista, hoy nos interesa sus dotes como abogado. Debemos tener en cuenta que en la antigua Roma no existía la Universidad de Derecho. Ni tampoco el carnet universitario. Pero podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que San Agustín fue lo más parecido a un abogado de la época: un magnífico orador. Sin duda, uno de los que mi padre denominó en su publicación de este blog como aquellos hombres buenos. Como tal, bebió de los más grandes (Cicerón y San Cipriano, entre otros) y aportó con sus discursos la relevancia de la materia debatida y la defensa de la verdad por encima del discurso.
Santo Tomás Moro, una abogacía utópica
Nacido en Londres en 1477, todos conocemos a Tomás Moro, uno de los Santos que fueron abogados. Fue autor de la obra «Utopía«, que quizá la estudiases en el colegio o en la Universidad. En esta obra, Tomás Moro imagina una isla en la que se erige el Estado social ideal. Pero no es la parte de su vida que nos interesa a efectos de esta publicación.
Como San Agustín, Tomás Moro fue un hábil orador. Y esta vez sí, con su título de derecho. Sirvió como diplomático, parlamentario y consejero del Rey. Y precisamente esta vocación de servicio público en una Inglaterra enfrentada con la Iglesia Católica le llevó a perder la cabeza. Y es que el propio Enrique VIII, deseoso de divorciarse de su esposa, solicitó a este Santo que diera su beneplácito jurídico al divorcio, algo a lo que se negó.
Cuentan sus crónicas que Tomás Moro reunía a sus clientes en el despacho y les solicitaba que les contara toda la verdad. Si el caso era viable, les anunciaba su disposición de llevar el asunto argumentando que tenía visos de prosperar. Pero por el contrario, si el asunto era inviable, renunciaba al mismo explicándole al cliente lo injusto de sus pretensiones. Un gran abogado que hubiera tenido un gran papel en la sociedad del siglo XXI.
San Alfonso María de Ligorio: el Santo abogado de la ciencia, diligencia, verdad, fidelidad y justicia
Avanzamos en el tiempo y nos encontramos con uno de los Santos abogados más propiamente dichos. Y lo cierto es que su vida estuvo íntimamente ligado con el arte y las letras. Fue de todo, y entre otras cosas, abogado, oficio que ejercía desde los 20 años. Y con el propósito de que tú, querido lector, abandones este blog siendo un poco más Santo, te dejo el decálogo de San Alfonso María de Ligorio:
- No es lícito jamás aceptar causas injustas, porque son perniciosas para la conciencia y el decoro.
- No se debe defender una causa con medios ilícitos.
- No se debe cargar al cliente con demasiados gastos, teniendo la obligación de restituir lo no necesario.
- Las causas de los clientes deben ser tratadas esa dedicación con la que se tratan las propias causas.
- Es necesario el estudio de los procesos para sacar de ellos los argumentos precisos para la defensa de la causa.
- Muchas veces, la dilación y la dejadez de los abogados perjudican a los clientes y los perjuicios deben ser reparados; de lo contrario, se peca contra la justicia.
- El abogado debe implorar a Dios su auxilio en la defensa, porque Dios es el primer protector de la justicia.
- No es digno de elogio un abogado que acepta muchas causas, superiores a sus talentos, a sus fuerzas y al tiempo que frecuentemente le faltará con el fin de prepararse para la defensa.
- La justicia y la honradez nunca deben separarse de un abogado; al contrario, deben siempre guardarse como se guardan las niñas de sus ojos.
- Un abogado que pierde una causa por negligencia suya, está obligado a reparar los daños.
- Al defender las causas es preciso ser verdadero, sincero, respetuoso y razonable.
- Finalmente, los requisitos de un abogado son: ciencia, diligencia, verdad, fidelidad, justicia.
San Ivo de Kermartin: abogado de los pobres
Es el patrón de los abogados de Zaragoza, aunque el Santo que presentaremos en el siguiente epígrafe es el patrón español por excelencia. San Ivo ejerció como abogado de pobres, huérfanos y desheredados, por lo que tenía el cielo ganado. Y posiblemente esta sea la causa por la que se trata de uno de los Santos que fueron abogados que más devoción suscita entre los letrados. Es más, antes de ser ordenado sacerdote también ejerció de Juez.
A su muerte, sus más allegados cantaban lo siguiente, con referencia tanto a su origen bretón como a su conocida caridad:
San Ivo era bretón.
Era abogado y no era ladrón.
Santo Dios: ¡que admiración!
A este Santo se le atribuye alguna de las normas del Código Deontológico del Consejo de los Colegios de Abogados de la Comunidad Europea, siendo San Ivón uno de los primeros autores del código deontológico de la abogacía.
Un extra: San Raimundo de Peñafort, patrón de los abogados
Seguro que echas en falta a San Raimundo de Peñafort, patrón de los juristas españoles. Precisamente por este motivo he decidido no incluirlo entre los Santos que fueron abogados, ya que San Raimundo de Peñafort no ejerció como tal. Recordamos a San Agustín con sus discursos, a Santo Tomás Moro reuniendo a sus clientes en su despacho, a San Alfonso María ejerciendo desde tan joven o al mismísimo San Ivón de Kermartin que ejerció de abogado de pobres.
Aunque internacionalmente San Ivón tiene adjudicado el título de patrón de los abogados, en España consideramos a San Raimundo de Peñafort como tal. Y es que incluso la condecoración más prestigiosa que existe en el sector lleva su nombre: la de la Orden de la Cruz de San Raimundo de Peñafort. Esta orden nació hace 1944.
La Orden De la Cruz de San Raimundo de Peñafort nace, según su propio estatuto, «para premiar el mérito a la Justicia y recompensar hechos distinguidos o servicios relevantes, de carácter civil, en el campo del Derecho». Y cuenta con las siguientes categorías:
- La Gran Cruz
- La Cruz de Honor
- La Cruz distinguida de primera clase
- La Cruz distinguida de segunda clase
- La Cruz Sencilla
En definitiva, amigos lectores, existieron muchos abogados que alcanzaron la santidad. Estoy seguro de ello. Pero Los Santos que fueron abogados según los cánones de la Iglesia son, salvo mejor conocimiento, los que encontrarás en esta publicación. Y si te ha gustado el tema, quizá también te interese mi post sobre la relevancia jurídica del día de la hispanidad que hace poco celebramos.